U.F.F. Arte


Quisiera comenzar estos escritos desde mi experiencia personal, es desde allí que he asumido este proyecto, ya que siento mucha dificultad para hablar de cosas que no he vivenciado; esto me permite de igual manera estar siempre atento a las experiencias cotidianas, es en ellas donde se esconden las principales controversias de la vida.
Los temas económicos producen la sensación de que estamos alejados de tanta parafernalia de términos que no parecen definir a las personas del común, aquellas que caminamos a diario al acecho de miles de mensajes publicitarios que, de manera silenciosa, han ido cambiando nuestras condiciones relacionales con el entorno.Aún cuando seamos consientes de lo que pasa, nuestra voluntad ha sido anestesiada, y en su lugar se ha insertado la voluntad del otro, cuya cara no necesita esconderse: lo sabemos, es el mercado. La percepción de la realidad no es la misma después de haber sido inoculados por el virus publicitario; cada vez nos vamos transformando a imagen y semejanza de las políticas del mercado.Últimamente me he visto, no sólo rodeado y enredado en miles de cables, sino también sentado frente a pantallas de cristal que, cual espejos ciegos en el mejor de los casos, no reflejan mi imagen o como en el cuento de Harold Kremer (Espejo), anuncian mi muerte como ser humano.Cuando un nuevo aparatejo tecnológico llega a mí "poder" encuentro mil disculpas que explican los beneficios que me traerá, y así no sólo me lleno de cables y pantallas sino también de necesidades innecesarias.
¿Qué es lo que ha cambiado? Mucho, el paisaje comercial se ha enrarecido, los términos se van deslizando unos sobre otros para renombrar las nuevas intencionalidades del mercado que se reflejan en nuestra posición valorativa frente a los objetos.El uso que hacemos de los objetos es lo que en su momento determinó nuestra calidad de usuarios; sin embargo el valor de uso de aquellos estaba supeditado a la satisfacción de unas necesidades primordiales de los hombres; la industrialización multiplicó la producción de objetos y trajo con sigo un remanente de ellos que necesitaban una nueva valoración: el valor de cambio que conlleva al surgimiento de unas necesidades secundarias que escarban las más profundas motivaciones del hombre: la comodidad, el esparcimiento, el lujo estético, etc. El uso de los objetos tenía un carácter minoritario, ya que hacía referencia a unas satisfacciones primarias. Cuando los objetos se comienzan a mover en volúmenes más grandes el significado del término se vuelve obsoleto, entonces se hace necesario el surgimiento de otro que incluya la nueva realidad del hombre: el consumo. Y pasamos de ser usuarios a consumidores.
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